TRONO STMO. CRISTO DE LA HUMILDAD

El trono del Cristo de la Humildad aglutina en sus formas y en su propia estructura la esencia del retablo y la finalidad del elemento móvil que ostenta el papel pedagógico de mostrar la escena sagrada que lo identifica.

Manuel Guzmán Bejarano se apartó de lo que había sido su estilo tradicional en la ejecución de la talla de tronos procesionales. Abandonó lo sinuoso, lo arquitectónico y se sumió en el océano de la decoración vegetal, detallista, virtuosa e intimista, rematando el conjunto con una moldura que senos antoja un límite que impide que la representación vegetal, en un deseo irrefrenable, escale el espacio que le separa de la imagen de Jesús.

El trono procesional del Cristo de la Humildad posee unas características netamente neobarrocas. Lo decorativo se erige como nota dominante. Lo vegetal, frutas, tallas carnosas, hojas entrelazadas y un calado original, minucioso y preciosista, conforman una estructura troncopiramidal invertida. La presencia de flores y frutas, en suma, de elementos vegetales, significan “la puesta de la vida que surge de la tierra a los pies de Jesús”. En la decoración persiste lo único, apenas unas flores en los laterales y parte trasera del cajillo rompen la permanencia de una ornato que se multiplica.

Un trono en el que la imaginería está ausente con la clara intencionalidad de que no haya más figuras que las del propio grupo. Con su forma original y única, este trono hunde su inspiración en el antiguo trono de carrete,(…), su concepción se basa en una idea: la peana dieciochesca. En el baquetón “florecen” unas cabezas de ángeles. Miran asombradas. Son ellos los que simbólicamente portan la propia estructura del trono.

En el frontal, rompiendo la línea que se alzó como modelo a repetir, brota una cartela. Escudo cofrade. En ella una corona real y debajo un águila con las alas desplegadas sustenta una corona de laurel. Símbolos victoriosos para una obra sin par. Jesús vencerá a la muerte. Dos ángeles mancebos lo flanquean. Y a sus pies, la historia, el recuerdo, el distintivo, la evocación, las raíces: el escudo mercedario.

Y en los seis arbotantes, cota perfecta, cincuenta tulipas. Cada uno de ellos se convierte en “árbol de luz” en los que sus ramas, en un afán de acercarse a Él, de poner “un aliento de luz y vida” se retuercen en sus formas como queriendo plasmar y hacer suyo el sufrimiento del Salvador.

El trono del Cristo de la Humildad posee, entre otras muchas virtudes, la de la proporcionalidad. Sus medidas conforman el espacio idóneo y perfecto para conseguir “humanizar” la escena que representa.

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