NUESTRA MADRE Y SEÑORA DE LA MERCED

En la Virgen de la Merced, Álvarez Duarte actualiza y “moderniza” las claves estilísticas aportadas por los referentes iconográficos decimonónicos y las supedita a sus propios cánones de belleza y a su propio modo de hacer.

En consecuencia, da a la mascarilla de esta Dolorosa malacitana su característico perfil ovalado, destacando la barbilla apuntada con el hoyuelo señalado. Asimismo, ha optado por un modelo de rostro más fino, con los pómulos adelgazados y un estilizado corte de las facciones.

En la faceta expresiva, la Virgen de la Merced muestra la mirada baja y ensimismada, cejas que apenas se fruncen y la boca, ligeramente entreabierta, y con los labios sorprendidos en pleno suspiro. El largo cuello y las elegante manos coloquiales dirigidas al espectador con claras intenciones comunicativas, los tonos tostados de la policromía y la grácil inclinación de la cabeza hacia el lado derecho, corroboran “la intención de Álvarez Duarte de transformar la poesía en realidad”.

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